Esta reseña es en base tan solo
al libro de El Cuento de la Criada,
de Margaret Atwood y no en la serie de televisión. He evitado esta última para
que mi opinión del libro no se contamine y para resumir el post diré: es un
libro aburrido, con ideas interesantes pero que decepciona y sin haber visto la
serie apuesto a que esta es mejor.
Ahora, entremos en detalle:
El Cuento de la Criada es una narración en primera persona de una
mujer apodada Defred (Offred en inglés), que le tocó vivir durante el ascenso y
primeros tiempos de una dictadura supuestamente teócrata (religiosa). La trama
ocurre en Estados Unidos, renombrada República de Gilead.
El libro tiene ideas
interesantes, las mujeres son divididas en castas y definidas en función de lo
que aportan a la vida de los hombres: Las Criadas sirven para la reproducción;
las Martas para los quehaceres del hogar; las esposas son Esposas a la antigua,
meros trofeos que se ocupan de dirigir la casa; y las Tías adoctrinan a las
Criadas antes de enviarlas con sus “comandantes”.
A su vez solo los “comandantes”,
hombres en el poder, disfrutan de esta dinámica. Los hombres pobres pueden
tener una esposa pero incluso los soldados tienen una vida de servidumbre.
Aunque no se profundiza en este aspecto en el libro.
Entre lectores podríamos debatir
sobre estas ideas por horas y de maneras muy interesantes. Pero poco debate el
libro con nosotros cuando lo leemos.
Demasiada melancolía y vuelta al pasado
Cuando el libro inicia tenemos
curiosidad, Defred habla de manera poco clara acerca del mundo donde vive pero
sabemos que algo terrible ha pasado y queremos saber qué.
Sin embargo, entre las escazas
respuestas que obtenemos hay páginas y páginas de melancolía y recuerdos del
pasado que te dormitan. Si eres como yo te descubrirás leyendo solo el inicio
de cada párrafo y te saltarás trozos enteros para llegar a lo interesante.
En principio la melancolía y el
viaje a recuerdos del pasado buscan decir “las cosas eran diferentes. Dimos
tanto por sentado” o “jamás imaginamos que podríamos perder algo como eso”.
Si estas escenas hubieran venido
con recuerdos de los hechos que causaron los cambios que provocaron que
perdiera las cosas que extraña; o si profundizara en por qué les quitaron esto
o lo otro, cómo reaccionó la gente, etc, etc ; o si por el contrario resumiera
esa perdida sería tolerable y útil.
Pero literalmente no recuerdo ni
una de las pequeñas cosas que narra que perdió o un episodio en particular (tal
vez las revistas de vanidades pero solo por el contexto donde recuerda esto);
solo recuerdo que rememora melancólicamente y que la mujer me estaba haciendo
perder la paciencia.
La acción está concentrada en las últimas páginas
Unido al anterior punto está que
los últimos capítulos son los que muestran la densidad y enfoque que deseamos para el
resto del libro.
En el tramo final pasa todo, y
hago énfasis en “pasa”, como en “acción”. Por el contrario en el resto del
libro cuando mucho nuestra protagonista “siente”, “extraña” y “piensa”, casi
estática sentada en su habitación y atrapada dentro de su cabeza (que no es un
lugar muy interesante debo decir).
Si le sacáramos 80% de la
melancolía y episodios de flash back al libro nos quedaría unas 100 páginas,
tal vez menos. Pero serían lo suficiente sólidas para perdonar ciertos pecados
del libro.
Justamente apuesto a que la serie
de televisión es mejor porque es muy difícil o imposible mostrar todos los monólogos
interiores de Defred y por lo tanto debe estar enfocada en esta y los otros
bloques (aislados) de genuina acción.
Una protagonista que no hace, le hacen
Además de “sentirse” mal Defred
no hace mucho. La parte de la historia donde uno finalmente siente que pasa
algo la motoriza las acciones de otros personajes, que le ordenan (de una forma
o de otra) hacer lo que ellos quieren.
Hay un par de momentos donde ella
hace algo. De estos el más relevante para mí fue cuando tomó un riesgo para
saber si la otra Criada con la que paseaba era efectivamente una fanática
religiosa o, como ella misma y muchas otras, fingía estar de acuerdo con el
régimen.
Fue un momento en donde hubo tanto
acción física como involucramiento mental y emocional. Además que era algo
personal, ella acababa de perder a la Criada-amiga y estaba desesperada por
saber si las cosas serían iguales con el remplazo de esta.
Pero en otros momentos donde hace
algo no se siente que sea mucho, como ir al baño al mismo tiempo que otra
persona para poder hablar. O es algo que de hecho todas las Criadas hacen y no
es un hito personal, como esconder mantequilla para usarla de crema facial.
Sus pensamientos más interesantes
son acerca del suicidio, pero lo aborda
como una calculación fría y no daba la impresión de que estuviera deseosa de
intentarlo, tan solo lo comenta.
Los otros pensamientos más relevantes
es acerca del destino de su hija y su esposo. Pero ni los piensa tanto como se
creería ni esos pensamientos la llevan a nada. ¡Si ha tenido que ser la Esposa
de la casa quien le ofrezca información de su hija!
En la trama había muchas otras
mujeres que eran más activas. La amiga de antes de la dictadura que era una
rebelde que terminó ocupando la casta “secreta” de prostituta; su madre
feminista que terminó de esclava; la Criada-Amiga que se informa y resiste
silenciosamente.
Todas ellas hacían algo y
hubieran sido protagonistas más interesantes.
Aunque puedo aceptar la premisa
de un protagonista testigo, que justamente viva con el miedo y la resignación
que nos marcaría a muchos de nosotros en su lugar.
Religión y un mundo sin sentido
Este no es el primer libro distópico
que da una explicación vaga sobre por qué una dictadura tomó el poder. Incluso 1984 y Un Mundo Feliz se limitan a decir
que guerras e inestabilidad forzaron a recurrir a un gobierno que controlara
todo para no caer en el caos.
De hecho El Cuento de la Criada da una razón creíble para la razón de ser de
la casta de las Criadas: una baja tasa de fertilidad y de población que vuelven
los úteros sanos un bien nacional.
El problema viene que fuera de
eso nada más hace sentido y hasta el argumento de la infertilidad pierde fuerza
cuando ves que desperdician los años fértiles de las mujeres obligándolas a
tener sexo con viejos infértiles.
En líneas generales el libro dice
que de pronto mataron a todas las personas en el gobierno y el vacío fue
llenado por los teócratas, que tuvieron que imponer un duro sistema porque se
vino una guerra entre facciones religiosas.
Hasta allí todo bien. No me
molesta que hagan críticas a la religión, pero no me gusta que sean superfluas
o cobardes. Nos mencionan los toques religiosos de pasada solo para que digamos
“¡sí! ¡Un régimen religioso lleva automáticamente a esto!”, pero no nos
explican nada.
La autora no profundiza en la
lógica interna, incluso si retorcida y errada, de los poderosos religiosos cuando
nos cuenta de este mundo y creo que es porque no pensó en ellos. Es como si un tipo malo dijera “muajaja soy
malo, así que el que yo sea presidente hace que todo sea malo”, es casi
infantil.
A veces hay guerra y parece
importante, otras veces es como si a la autora se le hubiera olvidado. La mayor
consecuencia de la guerra es que hay o no naranjas. No sabemos la postura del
gobierno, ni la de sus adversarios o qué consecuencias para la vida de la Criada habrá si se gana o
pierde la guerra.
De paso el resto del mundo sigue
siendo normal, la gente va de turista a Estados Unidos (debo admitir que mi
formación en política hizo que esto me molestara más que a otros lectores).
Pensé que tal vez la guerra es un
invento propagandístico del gobierno del libro, un poco similar a lo que pasaba
en la novela 1984, pero esta idea no
pasa de ser un deseo del lector más que algo sólido en la novela.
Lo más absurdo de este sistema es
que ha absolutamente a nadie le gusta. La Esposa, incluso la más fanática, odia
ver como su poder real se disolvió y cómo tiene que compartir a su esposo. Al
Comandante le da lo mismo la religión y valores y para colmo es que no sabemos
los valores de este gobierno, su lógica, su objetivo. Y por último todas las
mujeres están de acuerdo a que a las Criadas les tocó la peor parte pero las
odian y es como si las culparan de lo que pasa.
Uno puede aceptar un gran absurdo
en una novela distópica pero no más. Un libro de este género es una reflexión
acerca de cómo nuestro presente podría genuinamente acabar en un mundo
horrible, por eso hacer saltos en las lógicas derrumba un libro en este género.
Honestamente las novelas modernas
como Los Juegos del Hambre son un mejor ejercicio de reflexión acerca de cómo
se mantiene a flote un régimen que llega a los peores extremos, sí incluso
siendo libros “fáciles para adolescentes”.
El tema de una dictadura
religiosa es muy interesante, pero este libro no aborda realmente ese tema aunque
parezca que sí.
En los tiempos recientes veo que
está de moda el odio hacia la religión y la ridiculización de esta. Pocos, sin
embargo, hacen críticas desde un punto serio y pensado sin pasiones o
influencias de la mencionada moda.
Creo que la mejor novela
distópica que sí nos mostrara una dictadura religiosa coherente fue o será
escrita por alguien para quien la fe fue o es una parte importante de su vida y
que entiende el lado “bonito” de la religión pero también por qué están
generando tanta resistencia en la actualidad; o mejor dicho: entenderá que las
religiones no han existido desde que el hombre es hombre solo porque somos
idiotas manipulables.
Esa novela será polémica y muchas
otras cosas más. Y esa novela no es El
Cuento de la Criada.
Epilogo particular
De esto no hablaré mucho porque
cuando alcancé esta parte ya estaba tan deseosa de tirar por la ventana el
texto que no leí a fondo el epilogo.
En esta parte la historia es tratada
como un archivo auditivo histórico que se encontró y que es analizado en un encuentro
de académicos, décadas después de que pasaron los tiempos de dictadura.
Lo primero que sentí fue “esta
historia que leí no importa”, porque los académicos la tratan con ligereza y
hasta parece que la desacreditan.
En lo personal creo que la autora
intentaba ponerle una dosis extra de intelectualidad haciendo que el libro de
analizara a si mismo. En internet hay quien dice que busca rellenar los vacíos
de la trama o que busca reflejar la forma en que despreciamos las advertencias
del pasado y como nos mantenemos cínicos, renuentes a aceptar que esos horrores
podrían pasar.
El problema con esto último es
que si muestras que efectivamente esa dictadura cayó (y no explicas como) voy a
concluir que entonces que todas mis críticas a la lógica de ese mundo son
verídicas y que estás de acuerdo conmigo.
Las novelas ditópicas clásicas
nos muestran una realidad deprimente que nos podría arropar en el futuro; en 1984 el protagonista pierde contra el
gobierno y su cerebro es lavado; en Un
Mundo Feliz el Salvaje se suicida; en Rebelión
en la Granja (aunque no es 100% una novela distópicas como las otras)
muestra que estamos condenados a ser dominados y que la corrupción y codicia es
indetenible.
Algunas novelas hablan de rayos
de esperanza. En Fahrenheit 451, el
protagonista se une a los que memorizan libros para esperar por un cambio; en Los Juegos del Hambre disfrutan de un
tiempo de paz, aunque la idea de que se volverá a caer en los mismos males
permanece; en El Dador el
protagonista huye creyendo que sus recuerdos dolorosos pasarán a toda la
sociedad y esta recuperará algo de su humanidad, pero solo queda claro que
murió.
Pero en El Cuento de la Criada tenemos “sí, hace tiempo pasaron cosas
locas. Qué bueno que lo superamos y ya han pasado 100 años de eso”.
Así que ese epilogo no ayuda
mucho a la historia, bajo mi visión al menos.
La distopía femenina, una idea digna de atención
Ya vomitada la crítica más
agresiva quiero comentar algo que me gustó: enfocarse en la distopía desde el
punto de vista de la biología femenina y la idea religiosa de la mujer.
Cuando pensamos en distopías las
imaginamos unisex. El control de la información que hace el Gran Hermano en 1984 no es algo que varíe si eres hombre
o mujer; lo mismo en muchas otras historias, aunque una visión simple de las
mujeres se denota en las obras más viejas.
En historias más modernas vemos a
las mujeres saltar al protagonismo pero nunca agrega algo diferente a la trama
o al mundo donde viven su género. En principio todos celebramos esto, porque
estamos de acuerdo que hay historias universales que no tienen nada que ver con
si somos hombres o mujeres.
Pero El Cuento de la Criada se atreve a dar un paso al frente y decir que
efectivamente la vida de las mujeres en regímenes extremos puede ser muy diferente
a la de sus pares masculinos.
Y es especialmente relevante porque de verdad
vivimos en un mundo lleno de países y regiones donde las mujeres son ciudadanos
de segunda clase y bienes ligadas a los hombres.
Así que se agradece ver que
alguien explora una distopía desde los ojos del útero, la principal y más
significativa diferencia biológica de las mujeres para con los hombres.
Fue significante el enfoque de la
tiranía por la reproducción antes que la mera esclavitud sexual carnal. Es
creíble y se alinea más con la realidad y las dinámicas de poder, que con la
pesadilla de que los hombres someten a las mujeres meramente porque son “pervertidos”.
El comentario de las mujeres
degradas a nivel intelectual y humano también es bastante actual y solo por eso
la lógica interna en este punto se mantuvo; aunque me parece poco creíble que
la mitad de la población vaya a aceptar un retroceso en sus derechos de tal magnitud.
Es decir, me puedo creer que se logre imponer las restricciones, pero dudo que
se consiga con esa facilidad, es igual de lógico a que si se dijera que las
personas negras aceptarían dócilmente a volver a ser esclavos.
El tema de la fertilidad me
recordó a la novela Niños de los Hombres,
donde el horror de ese mundo también viene del hecho de que hay un problema de
población (aunque mucho más extremo). Esta novela también tiene sus toques
religiosos, aunque me dio la impresión que la crítica era hacia el otro lado.
Pero fuera de eso no hay tantas similitudes, de hecho el protagonista de Niños… es un hombre y el cómo se sienten
las mujeres en un mundo sin bebés es solo una nota curiosa.
Hay una serie de anime, llamada Gene
Shaft donde los roles parecen invertirse: la distopía en cuestión más bien
busca que haya menos hombres y que cada uno de estos tenga una mujer supervisándolo
todo el tiempo, ya que sufren del “gen inamovible de la violencia”. Pero todos
los hombres están en posiciones de poder y liderazgo, mientras que su
supervisoras actúan más bien como secretarias.
Por ello reconozco la obra de Atwood
como una de las pocas que he leído que se han atrevido hablar de verdades “incomodas”
y desde el punto de vista de la mujer en una forma que de verdad es significativa.