¿Quién no lo ha escuchado mil
veces?: “hay que ver los libros dentro del contexto en que fueron escritos.” Yo entiendo esa lógica y le doy sus puntos. Pero ¿un libro se puede escudar todo el tiempo
con eso? Voy a decir en voz alta lo que pocos se atreven siquiera a pensar: Hay
clásicos “sobreestimados”.
Me cobijo en Borges:
“Yo siempre les aconsejé a mis
estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es
famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es
antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede
obligar a nadie a ser feliz".
La primera vez que me decepcioné
de un clásico fue con Drácula. Por ese tiempo los vampiros estaban poniéndose de
moda y muchos de ellos estaban resultando alucinantes. Mi lógica fue “si estos
son buenos el original debe ser mejor”.
Entonces leí el libro. No voy a
mentir, el inicio me fascinó, fue todo lo que me esperaba, es lo que TODOS
esperamos de Drácula. Pero la obra no
termina ni con la mitad de la esencia con la que empezó y ni con un cuarto de
la que su fama le atribuye.
Por ese entonces no sabía de esas
escusas de leer un libro al margen de su época. Para mi solo había espacio para
la conclusión de que la crítica (y la gente) se equivocaba.
Posteriormente leí Mujercitas y
tampoco entendí el escándalo. Porque sí, está todo eso de lo revolucionario de
las protagonistas para ese tiempo y estoy de acuerdo que el argumento es
conmovedor. Pero ¿saben qué? Me siento a leer “Lo que el viento se llevó”,
escrito 70 años más tarde, pero ambientado en la misma época y la diferencia es
enorme.
A “Lo que el viento…” no le hace
falta ningún profesor erudito para defenderse como clásico. Su protagonista es
chocante pero tiene tanta sustancia que no solo fue revolucionaria en su época,
lo es aún 77 años después de su primera aparición. Les reto a leer ambos libros
y decirme que están a la misma altura.
¡No se atrevan a venirme con el “sí,
te entiendo pero son clásicos”! Irónicamente trágico es seguir a la masa en
cuestiones literarias cuando los más grandes autores querían que pensáramos por
nuestra cuenta.
No confundamos lo que podríamos
llamar clásicos sobrestimados con clásicos complicados. “Mujercitas” sería de los primeros y de los
segundos sería, por ejemplo, “El Cementerio de Praga”, de Umberto Eco. De este
último no tengo pena de decir que me aburrió, que no lo entendí, que el
protagonista es odioso y que ni siquiera logré terminar el libro. ¿Pero saben
qué?, ¡es brillante!, ¡es genial! Sí, enciérrenme
en un loquero y tiren la llave si quieren. Eso no cambiaría la esencia de este
libro –y los de su clase- que los hace brillar más allá de la capacidad de
entendimiento de sus lectores ocasionales.
La biblioteca de la humanidad
está llena de todo tipo de clásicos, además de los sobrestimados. Gran parte
de los clásicos son magníficos, tanto en narración e historia como en mensaje.
Otros se mueven en varias aguas, yo pondría a Drácula aquí. Tenemos los
clásicos complicados y no me sorprendería que existieran clásicos complicados y
de paso sobrestimados.
No soy nadie para poder dictar
qué libros han de tener los puestos de honor. Cada libro tendrá su público y
sus méritos. Aún así creo que no todo clásico es automáticamente una obra brillante,
ni que todos los clásicos tienen el mismo nivel de genialidad. Hay más de un
clásico sobrestimado, que es famoso por ser famoso. ¡Me cobijo en Borges!
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