Bitácora:
Viernes 5:00PM Me despertó una puerta aventada con toda fuerza,
la de la entrada de la casa. Permanezco inmóvil en la cama, no me permito
pensar y me empujo de nuevo al sueño. Es necesario no gastar fuerzas, no pensar
en ello, porque si no el estrés me lo hará todo peor…
5: 18 PM Mi subconsciente me traicionó, me desperté y fui a ver
quien había llegado. Necesitaba noticias: “¿cuándo…?”, empecé a preguntar, pero
la recién llegada sabía menos que yo. Aunque su cara reflejaba la misma
angustia que la mía. Solo me comenta que el problema parece venir del interior
de hidrocapital, la compañía que tiene el control del agua de la ciudad. Una
noticia preocupante, sabrá Dios si durante el fin de semana habrá empleados de
guardia que solucionen el asunto. Volví a la cama, estudiando la
situación:
Por
un lado, ya agotamos nuestras reservas de agua. Solo queda una ínfima cantidad
que, si somos inteligentes, no hemos de gastar. Por más que las moscas
revoloteen en torno a los platos abandonados en el fregadero o por insoportable
que sea el hedor que brota desde los baños. Esas no son emergencias reales,
Dios nos libre de tener alguna. Así que preparar algo de comer, o incluso
lavarme la polvorienta cara son, por ahora, lujos que no puedo darme.
Por
el otro lado, el ascensor sigue dañado y con 23 pisos bajar a comprar alimentos
es una opción que tal vez traiga más problemas que beneficios. Es mejor seguir
durmiendo, ya van casi 24 horas sin agua, seguro que está por regresar. Solo
tengo que ser fuerte y esperar un rato más, solo un rato más…
5:45 PM Abrí los ojos lentamente, frente a ellos estaba
la lapto. Estiré el brazo pesadamente y la tomé. Con el corazón en la
mano busqué alguna información alentadora. Solo me topé con las voces de
otros que claman por ayuda y quejas. El ver que hay quienes llevan incluso días
sin el preciado recurso acelera mi respiración. ¿Nos someterán a nosotros
también a eso? Cada comentario que veo me afecta más; tampoco hay agua en el
sector de una amistad cuyo hogar era mi plan de emergencia. Me llama la
atención un comentario en especial: “¡Metánle mano a Guárico, qué Caracas ya no
puede recibir gente! Ya no hay agua para ni uno más”. ¿Entonces esto será peor
de ahora en adelante? Una repentina punzada en la parte baja de la espalda, a
la derecha, me hace abandonar la computadora para centrarme en relajarme…
6:00 PM El dolor continua. Tratar de dormir, aunque
vital, se está volviendo imposible. Por más de cinco horas he estado evitando
pensar en la necesidad de ir al baño. Mi propio olor ya me está molestando y
temo un dolor de cabeza por el hambre. Mi puño se cierra fuertemente en torno a
la sabana, es esa toda la manifestación de furia que me permito.
6: 15 PM He recurrido a unos dulces (últimos de mis
provisiones) para animarme. Pero no han servido, cada vez que me comía uno una
vocecita susurraba en mi cabeza: “disfruta esa azucarada sensación los pocos
segundos que dura, pagarás con horas de sed”. Ahora no dejo de pensar en
el agua de emergencia, si pudiera usarla para finalmente usar el baño el dolor
se iría. Entonces tendría las fuerzas para bajar por comida. Ya no me importa
sudar, ni sufrir los 23 pisos. Quiero de vuelta la cómoda vida que prometen las
ciudades. ¿Por qué nos hacen esto? ¡CALMATE! Ya estoy cayendo psicológicamente.
¡El agua de emergencia, el agua de emergencia, debo usarla! No, no debo. Ya
debe faltar poco, solo tengo que ser fuerte y esperar un rato más, solo un rato
más…
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