En mi segundo
cuarto la ventana era indiferente ya que estaba siempre tapada por una
larga y gruesa cortina. Para que no penetraran los calientes rayos solares de
esa región. Allí no había mucho que ver, de todas formas.
En mi tercer cuarto tengo la ventana más grande, hasta ahora. Es todo el ancho de la pared y más de la mitad del largo. Parece un lienzo dónde se plasma el cielo y extendiendo el brazo puedo tocar las nubes.
Y mientras estoy acostada es la ventana más maravillosa que he tenido. Pero al levantarme, y ver más de cerca, observo ante mí un gran barrio donde cada noche la sangre corre.
En mi tercer cuarto tengo la ventana más grande, hasta ahora. Es todo el ancho de la pared y más de la mitad del largo. Parece un lienzo dónde se plasma el cielo y extendiendo el brazo puedo tocar las nubes.
Y mientras estoy acostada es la ventana más maravillosa que he tenido. Pero al levantarme, y ver más de cerca, observo ante mí un gran barrio donde cada noche la sangre corre.
Mi
primera ventana me asustaba con criaturas que salían de mi imaginación. Pero mi
ventana actual me aterra con cosas que salen de la realidad.
Me despierto a
las 12 por un grito de mujer. Me despierto a las 3 por una tormenta de
balas y me despierto a las 5 por los alaridos de borrachos peleando.
A veces no me despierto. A veces el horror es silencioso. Pero siempre está allí. Brilla en la noche pero también se mueve en el día.
A veces me escondo de la ventana. Ni siquiera me atrevo a verla. Pero sigo escuchando las balas que se cruzan, cobrando víctimas. Sabiendo que un día puedo ser yo una de ellas. Como ya lo fue una de las paredes de mi tercer cuarto, un día que la ventana quedó abierta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario